Cuando inició el movimiento #MeToo recuerdo escuchar a un compañero de radio decir al aire que las personas que habían caído era porque así lo habían deseado las altas cabezas de sus empresas, que estos personajes habían caído de su gracia y apoyar al movimiento era la forma más fácil de despedirlos, y además quedar bien ante la escena pública. A años de ese comentario, me duele decirlo, pero parece que tenía razón.
Félix Salgado Macedonio es el ejemplo perfecto, las manifestaciones en Guerrero, las voces de mujeres de Morena, activistas, comunicadoras, legisladoras, de mujeres en general y los testimonios de las víctimas no han servido para dar un paso atrás en su postulación como candidato a gobernador de Guerrero. Salgado Macedonio no cae, porque sigue gozando de los favores del rey. Si su postulación sigue adelante, el movimiento es una ilusión que a veces nos deja creer que ganamos batallas, cuando en realidad lo que obtenemos son concesiones.
Esto no va cambiar hasta que tengamos más mujeres en posiciones de poder, cuando no haya pacto que conservar. Y voltear a ver a las mujeres que hoy ocupan espacios dentro de Morena o el gobierno, y señalarlas como si fueran las responsables, es injusto, y perpetua el modelo patriarcal. Es tan errado, como querer señalar a la víctima. A quienes tenemos que señalar son a Félix Salgado Macedonio por ser el presunto violador, a Mario Delgado por permitir su postulación, a Andrés Manuel López Obrador por protegerlo y defenderlo, y la fiscalía de Guerrero por su ineficiencia.
No perdamos el foco y pensemos que todavía le queda a la gente de Guerrero un arma más, el voto. Si Salgado Macedonio llegara a ganar, sería el triunfo del sistema, del cinismo y el fin absoluto de la tan capitalizada “autoridad moral”.