Lo que pasó ayer debe y puede verse desde muchos ángulos, en ninguna circunstancia debe ser visto desde el encono de lo político. Si haber liberado a Ovidio en el 2019 fue un mal mensaje al crimen organizado y un golpe a las Fuerzas Armadas, recapturarlo fue sin duda lo correcto.
¿Fue este un operativo exitoso? Habría que mirarlo desde dos lugares, desde la captura sí, desde las reacciones habrá que esperar para tener los números finales. Pregunté qué diferencia había entre el 2019 y 2023 a quienes les tocó vivirlo, destaco dos puntos clave en las respuestas que escuché: el tiempo de los bloqueos, y la magnitud. En el 2019 se sitió a una ciudad, ayer, a un Estado.
Debe quedarnos claro que cuando alguien baja a punta de pistola de su vehículo para usarlo de barricada, cuando entendemos por seguridad quedarte encerrado en casa, cuando las clases tienen que cancelarse y los aeropuertos están cerrados: no hay ganadores. Tan mezquino no reconocer que la detención fue un acierto, como el celebrarla como un triunfo.
Nos hemos acostumbrado a ser el país que graciosamente sus ciudadanos nos preguntamos si es pirotecnia o balacera, el de los niños haciendo retenes con armas de juguete o las autodefensas que prometen cada año armar a sus infancias si no cumplen sus demandas de seguridad, el de las ciudades donde no se toca el claxon, no por cortesía, sino por temor a que el de enfrente sea un malo armado que decida sacar la pistola por tu falta de paciencia.
Hoy la pregunta más importante es ¿qué sigue? Porque el problema de la delincuencia no acaba con una detención. Cuando una cabeza se corta salen dos o tres, o los grupos vuelven a pelear el territorio, y otra vez quienes pagan las luchas de poder son los ciudadanos.
El operativo habrá sido un éxito, si, y solo si, permite replantear la estrategia. Porque quienes importan son las personas.
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